Tema: “Clamar a Dios”
Texto: 1 Samuel 7:7-9
Cuanto enfrentamos una crisis, el Señor está dispuesto a ayudarnos, y tiene el poder de hacerlo. Pero antes de que Él intervenga y libere su divina energía en nuestra situación, exige que tengamos un corazón recto.
Esto, por supuesto, no implica que tengamos vidas perfectas, lo que nuestro Padre sabe que sería imposible. Cuando un pecador acude a Dios para ser salvo, Él limpia el corazón de iniquidad y da a esa persona una nueva naturaleza (2 Coriontios 5:17). Pero los creyentes obedecerán a veces los viejos patrones de la “carne”, por lo que el Señor nos pide que reconozcamos nuestras faltas y nos arrepintamos. Entonces, Él nos limpiará de toda injusticia (1 Juan 1:9). Afortunadamente, Dios nos oye a pesar de nuestras imperfecciones, si deseamos andar en su senda. El problema surge cuando el cristiano vive intencionalmente en el pecado, y decide no apartarse de él; el Señor no oye a un corazón que no esté arrepentido.
El Padre celestial desea también que sus hijos clamen a Él (Salmos 34:15-17). En las pruebas, tenemos la tendencia a orar de esta manera, con mayor interés, fervor y sinceridad. Ana es un buen ejemplo. Angustiada por su esterilidad, fue al templo e imploró al Señor con tal sentimiento, ¡que el sacerdote pensó que estaba ebria! Dios respondió su ruego y le abrió la matriz (1 Samuel 1:1-20).
Cuando venga una crisis, clame a nuestro poderoso Dios, pero asegúrese de hacerlo con un corazón recto. Entonces Él oirá y responderá, ya sea concediéndole su petición o dándole una solución diferente. Por ser Dios omnisciente, amoroso y soberano, usted puede confiar plenamente en su respuesta.
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